...el chillido y el gimoteo de aquella viola desesperada no dejaba de aumentar. El músico estaba empapado en un extraño sudor y se contorsionaba como un mono... En sus frenéticos acordes casi podía ver quiméricos sátiros y bacantes que bailaban y daban vueltas enloquecidos a través de borboteantes abismos de nubes, humo y relámpagos.
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