España

Para España, el comienzo del siglo XX vino marcado por la pérdida en 1898 de las últimas colonias ultramarinas (Cuba, Puerto Rico, Filipinas y algunas islas del Pacífico), un revulsivo tanto para los intelectuales como para la masa, como revela el fortalecimiento del anarquismo y de otros movimientos revolucionarios obreros, aplastados por lo general por la fuerza, por ejemplo en la Semana Trágica de Barcelona, en 1909.

Durante la Primera Guerra Mundial, la neutralidad que mantuvo España permitió que el país comerciara con ambos bandos. Esto supuso una neta mejora de la economía (de forma paralela, España se convirtió en un importante campo de espionaje mutuo entre los países en guerra). Pero como no se creó industria, la crisis de la posguerra fue aquí particularmente dura, lo que impulsó el crecimiento de los grupos de izquierdas. Finalmente, la rebelión marroquí y el desastre de El Annual (tras el que España sólo conservó en la región los enclaves de Ceuta y Melilla) concertó todas las voces críticas. Alfonso XIII, en una huida hacia delante, apoyó en 1923 el golpe de estado de Primo de Rivera, que contaba ya con el beneplácito del estamento militar y la iglesia.

La dictadura de Primo de Rivera se basaba en el desprecio por los partidos políticos, considerados corruptos, ineficaces y antipatriotas (adelantándose así a los postulados fascistas), la erradicación de los nacionalismos, la modernización industrial del país (con la construcción de una amplia red de transporte, electricidad y telefonía) y en mejoras de las condiciones laborales para apaciguar a los partidos obreros. Se aplicaba la censura a las opiniones contrarias a la moral o al régimen, a menudo amparándose en una política paternalista.

En 1925 (desembarco de Alhucemas) se recuperó el territorio marroquí con apoyo militar francés, lo que permitió que la dictadura se perpetuara en lugar de devolver el poder a un gobierno democrático, tal como se había anunciado. Al igual que el régimen italiano, la dictadura fomentó la imagen moderna del país y de las fuerzas armadas mediante las gestas de la aviación, como la del hidroavión Plus Ultra, que en 1926 atravesó el atlántico, o la Patrulla Atlántida, que el mismo año cubrió el trayecto de Melilla a Guinea Ecuatorial. Recordemos que De la Cierva desarrolló el autogiro alrededor de los años 23-24.

La crisis económica propiciada por la Gran Depresión, y la baja popularidad de dictador y monarca, desembocaron primero en la dictablanda del general Berenger (1930) y posteriormente en la proclamación de la república, tras los resultados de las elecciones de abril del 31. El rey, que no abdicó formalmente, se exilió en París y más tarde en Roma.

Madrid

Curiosamente, la que había sido una indigna capital imperial comenzó a parecer una gran ciudad europea cuando el imperio era ya un recuerdo. A partir de la segunda mitad del siglo XIX se crean por fin nuevos barrios con trazados racionales (el ensanche) y, ya bajo el auspicio de Alfonso XIII, se invierte para crear una ciudad amplia y bien comunicada: red de tranvías, metro desde 1919 y la arteria de la Gran Vía, que se concluye en 1929. En consecuencia, la urbe expermienta un enorme crecimiento en las primeras décadas del siglo XX, gracias sobre todo a la inmigración procedente del campo, y ya tenía cerca de unos ochocientos mil habitantes a comienzos de los años 20.

El carácter de la ciudad oscila entre el de las antiguas corralas y los modernos cafés y tertulias, las viejas tradiciones y el nuevo estilo de enseñanza (cuyo mayor exponente es la Ciudad Universitaria, inaugurada en 1927). En las afueras de la ciudad viven los obreros, en el centro los ricos y los intelectuales, y en los nuevos barrios y colonias la clase media, aunque el patrón de riqueza está cambiando rápidamente. La ciudad posee un importante parque móvil y son frecuentes los problemas de tráfico (hasta 1930, por cierto, en Madrid se conducía por la izquierda, por lo que el metro sigue la misma norma).

Barcelona

La capital catalana poseía unos 750.000 habitantes a comienzos de la década. En el siglo XIX había vivido un importante periodo de industrialización y expansión, que la habían convertido en uno de los emblemas del modernismo, reflejado en particular en la construcción del eixample (ensanche), posibilitado por la anexión a la ciudad desde finales de siglo de diversos municipios limítrofes. La urbe supo aprovechar su imagen y carácter cosmopolita (con metro desde 1924) con la exitosa exposición universal de 1929, que aprovechaba la experiencia obtenida con la de 1888.

Internamente, la burguesía había venido creciendo en importancia desde el siglo XIX y se enriqueció en especial durante la Gran Guerra, gracias al suministro de bienes a los contendientes. Sin embargo, la crisis de la posguerra trajo consigo agitamiento social y violentos enfrentamientos entre los pistoleros de la patronal y los obreros, que tuvieron su punto álgido alrededor de 1919-1921, con cerca de un millar de muertos. En lo político, el catalanismo se extiende por la población como reacción a la dictadura de Primo de Rivera, que había abolido la Mancomunidad de Cataluña, establecida en 1914, lo que marcará los resultados de las elecciones que desembocan en la proclamación de la república, así como las posteriores.

Sello de 1924.

Colonias

Las únicas colonias españolas que se conservaban en los años 20 eran Marruecos (la zona norte, el resto era francés), el Sáhara Occidental y Guinea. La lucha por el control de Marruecos supuso un continuo goteo de vidas y gastos materiales (raíz de, entre otros enfrentamientos, la semana trágica de Barcelona en 1909), y sólo se pudo sostener apelando al honor nacional y al apoyo militar francés. El Sáhara Español, que quedaba aproximadamente en la zona costera de las Canarias, se dividía en dos regiones (Río de Oro y Saguia el Hamra), y el interior apenas estaba explorado (España se había comenzado a instalar a partir del último cuarto del s.XIX).

Guinea Ecuatorial, la única posesión en el África Subsahariana, engloba desde 1926 la zona continental y la isla de Fernando Poo (hasta ese momento gobernadas por separado), con su capital en la ciudad de Bata. A partir de esa época desaparecen las estructuras tribales tradicionales y se afianza una gobernación de corte europeo, enriqueciéndose el territorio gracias a las plantaciones de cacao. Según algunos textos, en Fernando Poo existían cultos de los Mitos conectados de algún modo con la Iglesia de la Sabiduría Estelar de Nueva Inglaterra.

Microestados: Andorra

Cogobernada por el presidente francés y el obispo de Urgel, hasta la segunda mitad del siglo XIX Andorra era un estado que poco se diferenciaba del que había sido siglos atrás, casi completamente aislado y en el que un pequeño grupo de familias controlaba la política local. A partir de entonces, sin embargo, experimentó un proceso de democratización y modernización: a finales de siglo se alza la primera línea de telégrafo y en 1914 la carretera, que llega hasta la Seo. Son los primeros pasos de una lenta mejoría económica que logra invertir el flujo migratorio.

Por sorprendente que suene, Andorra declaró la guerra a Alemania en 1914 (a pesar de que sólo contaba con diez soldados a tiempo parcial). Como no intervino en ningún combate, no participó en los tratados de paz de Versalles y estuvo técnicamente en guerra hasta 1939. En los años 30 Andorra vivió una ocupación francesa y el intento de un aventurero ruso por hacerse con el poder y proclamarse Boris I de Andorra.

Microestados: Gibraltar

La colonia británica conformaba, junto a Malta y Chipre, una línea de bases estratégicas para el tránsito de la flota inglesa por el Mediterráneo, desde el estrecho hasta el canal de Suez, aunque durante la Gran Guerra la única incursión militar importante de los aliados fue el fallido desembarco de Gallípoli, y en general la acción naval se restringió a la zona del Adriático.

Lo curioso es que durante esta época Gibraltar se consideraba ya difícilmente defendible frente a un ataque con armas modernas, especialmente por tierra, por lo que se estudió su cesión a España a condición de que ésta interviniera en la Gran Guerra o en trueque por Ceuta, opciones finalmente descartadas por el Almirantazgo. Esta posibilidad fue posteriormente buscada, de forma infructuosa, por Primo de Rivera, entre 1925 y 1929.

En los años 20 se incrementaron ligeramente los derechos de la población gibratareña, mediante la elección de un concejo civil, aunque el poder seguía en manos de un gobernador militar nombrado por Londres. Debido a la masificación de la ciudad por las diversas oleadas de inmigrantes (por lo general de otras colonias británicas), el acceso a la nacionalidad gibraltareña estaba muy restringido y en décadas posteriores sólo se otorgará a los llegados antes de 1925 y sus descendientes.