Te despiertas sobresaltado, como si te hubiera sacudido una fuerza invisible. Debes de haberte dormido un buen rato, pues ya sólo quedan unos pocos espectadores entre el público, y no hay actores sobre el escenario. Las luces están atenuadas, y el telón está rasgado y hecho jirones, aunque no recuerdas que fuese así durante el primer acto. Esperas un momento para asegurarte de que no sea parte de la representación. Mientras esperas, un repulsivo olor que no logras reconocer impregna el aire. ¿Cuánto tiempo has estado dormido? Te sacudes la modorra y caminas hacia uno de los espectadores sentados para preguntarle la hora, pero no responde. Entonces te das cuentade que estás hablándole a un cadáver.