Las llamas azules y plateadas que te han guiado por estos pasadizos son el único vestigio de esperanza que te queda. Uno a uno, los braseros te muestran el camino. Alguien o algo ha colocado aquí estos artilugios. La tecnología no es distinta a la que viste en las cavernas de K’n-yan o en las ruinas de Eztli en las que encontraste la reliquia. Sin embargo, parece que quien se aventurara hasta esta profundidad bajo la corteza terrestre debió de haberse dado media vuelta y huido, pues el último brasero ha sido derribado y está roto, y no ves que haya más después de ése. Por suerte, no tienes que caminar en la oscuridad durante mucho tiempo. En pocos minutos, llegas a un enorme portal de piedra: sin duda se trata de la entrada al Nexo.