El cine de aventuras selváticas de los años 30 y 40 solía combinar un tono ligero y ataques de leones con dramas acerca de la identidad: ¿En qué nos convertimos al alejarnos de la civilización? ¿Podemos reconstruir nuestra identidad en medio de la selva? ¿Qué es un hombre cuando se enfrenta por sí mismo a la naturaleza salvaje? ¿Llevamos nuestro propio "continente negro" de codicia y sospechas con nosotros donde quiera que vamos? Estos temas podían encontrarse (a veces de forma superficial o intermitente) en múltiples películas, desde la interminable serie de filmes de Tarzán y sus imitaciones, hasta las pocas películas del género realmente ambiciosas que los abordaban directamente. En la película de 1940 Green Hell, James Whale (director de Frankenstein) consigue mezclar ciudades perdidas y nativos furiosos con fuertes conflictos personales y un crudo episodio de auténtico terror psicológico.