Medalla de plata provisional tras El que rasga los velos. Me parece muy complicado hacer que una historia cuyo nudo se desarrolla de forma epistolar resulte efectiva, y vaya si el yogurín Campbell lo consigue. Además de la propia historia, aporta detalles de trasfondo estupendos para ahondar en los Mitos del Severn. Una ambientación tan desolada y extraña como esa aislada hilera de casas junto al lago aporta una evocadora atmósfera para consolidar todo el conjunto.
El relato funciona como un reloj, incluyendo el final, con ese asedio tan agobiante al que son sometidos los protagonistas.