Que los dioses misericordiosos, si es que realmente existen, custodien esas horas durante las cuales ni la fuerza de voluntad ni las drogas que el ingenio ha concebido pueden mantenerme alejado del abismo del sueño. La muerte es misericordiosa, pues de allí no hay retorno; pero quien regresa de las profundas estancias de la noche, lleno de zozobra y conocimiento, nunca más descansa en paz.