En 2002, me compré varios libros de Lovecraft que llevaban ilustraciones de H.R. Giger en la portada. A Giger lo habíamos conocido en unas lecciones de doctorado sobre Anatomía y Morfología Estética, y en estas clases incluso habíamos visto Alien (una película de lo más lovecraftiana). Así que sentí curiosidad por el escritor. Pero cuando leí La noche del océano en su volumen de “relatos inéditos” (en realidad, escritos de sus amigos mayormente), este relato me llamó la atención más que ningún otro. Parecía distinto al estilo general de Lovecraft porque en su literatura siempre se comienza intuyendo lo fantástico, y en el desenlace se confirma. Pero en este cuento, no: lo fantástico es una posibilidad, pero, sea cierta o no, la única certeza que nos queda, la de que el mar nos recuerda diariamente, es que un día será lo único que siga moviéndose en este planeta.
El relato no menciona a Chtulhu ni a los primigenios; se adivinan, pero creo que esta fábula es muy versátil y los supuestos monstruos que el protagonista cree ver pueden ser también un resultado evolutivo, o el efecto de una mutación por la contaminación que va al mar. Y este tema se actualiza periódicamente: cuando estaba a punto de empezar el proyecto fue cuando ocurrió el desastre de Fukushima, en marzo de 2011, y pensé lo pertinente que era realizar una fábula ecológica. Es un cuento bello y terrorífico: es una historia donde no sucede nada, pero te deja desconcertado.
Como he dicho, aunque la primera vez leí el cuento sin ser muy consciente de que en realidad no era de Lovecraft, supe de inmediato que quería animarlo. Fue después, al empezar a investigar, cuando descubrí la tragedia de la vida de su verdadero autor, Barlow, algo que me impresionó mucho.
▲Título▼ | ▲C▽ | ▲Año▼ | ▲V▼ | ▲Concepto▼ |
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La noche del océano | 2015 | — | Directora |