El final del paraiso

El teatro Paraíso, construido en 1892 por la adinerada familia Allen, servía de escenario para representaciones y era el local más elegante de la ciudad. Tenía capacidad para 350 personas y sus paredes eran un espléndido caos de bajorelieves y pan de oro. Cuando el vodevil empezó a perder adeptos en favor de la gran pantalla los Allen decidieron convertir el Paraíso en una sala de cine. A partir de 1928 el Paraíso comenzó a proyectar película tras película a ciudadanos hambrientos de entretenimiento.

El Paraíso cerró en 1974. El elevado coste de renovación de la envejecida estructura y la pantalla amarillenta conspiraron para reducir sus ganancias a cero. Ya bastante descuidado, los sucesivos años de abandono convirtieron el Paraíso en ruina.

El centésimo aniversario del cine llegó y pasó de largo sin mucha fanfarria, sensiblera editorial en el periódico local aparte. Pero hace un año resurgió la esperanza. Un grupo de artistas de la ciudad compró el cine a la fundación Allen y comenzó un lento proceso de renovación y mejoras llevado a cabo por voluntarios, con la esperanza de restaurar su antigua gloria, para que sirviera tanto de escenario teatral como de sala de proyecciones. Este sueño está a punto de hacerse realidad puesto que la reinauguración de la sala está prevista para dentro de pocos días.

Pero... hay problemas en el Paraíso. Una joven sufrió un accidente allí hace unos días y ha sido hospitalizada. Corre el rumor de que el cine está maldito y se dice que la mujer vió algo horrible. Los más viejos del lugar recuerdan otros incidentes inquietantes olvidados hasta ahora y las murmuraciones acerca de cordura y corrupción salpican la reputación del clan Allen, antaño rutilante, y de la fundación que es su legado.

Los secretos del Paraíso están enterrados bajo una mano de polvo y atenuados por la edad, pero eso no les ha limado los dientes.