Mensajes de AZ

Tal como dijo Una vieja lianta que quería hacerse con un artefacto arcano chuleando a sus compañeros PJs:

— Ahora que tenemos tiempo, quisiera si me lo permiten contarles una historia — comenzó Madam Moulian

Existe en algún rincón de este país una antigua colina, y bajo esta un pequeño riachuelo, y a su vera una pradera verde, y sobre ella cuatro palos envueltos en tela que forman una tienda. En su interior vive una pequeña familia de la tribu de los Shoshones y junto a ellos Trehero, un hombre sabio como el tiempo.

Encontrarlos no es sencillo, pues la colina, el riachuelo y la verde pradera bajo sus pies nunca son los mismos: Son los Shoshones un pueblo antiguo con la antigua tradición de no asentarse en un mismo sitio por largo tiempo.

Tienen los Shoshones fama de ser un pueblo con un pasado orgulloso y salvaje, pero en mi deambular por aquellas tierras hace ya más años de los que estaría dispuesta a admitir, el destino me llevó hasta ellos. El viejo Chamán vio algo en mí y me admitió entre ellos, leyendo en mi espíritu para ponerme el sobrenombre indio de Muy-Sola y permitiendo que me adentrara poco a poco en sus costumbres, sus historias y sus rituales.

Me habló de El Camino Rojo, un hilo conductor invisible que une a los pueblos hasta un pasado común como una única tribu. Me mostró los secretos movimientos y las sangrientas ofrendas de la ancestral danza del sol. Me proporcionó acceso a su planta sagrada y a las visiones mágicas que su consumo producía. Me enseñó algunas palabras básicas de su hipnótico dialecto antiguo.

Todo con lo que me he topado, señores, investigando la muerte del joven Joyce encaja de manera enigmática e increíble con mis vivencias entre los Shoshones:

El camino rojo con la teosofía.

La danza del sol con los ritos de Atón y su disco solar.

Los extraños sueños compartidos que todos hemos tenido tras visitar a un loco en un manicomio, con las visiones iniciáticas inducidas por el peyote.

Recordarán sin duda aquel malentendido cuando Joyce pretendía relacionar los jeroglíficos egipcios con los glifos de la cultura maya/azteca. Pues bien, no sé si les sorprenderá a ustedes saber que el idioma de los Shoshones es una variedad uto-azteca.

Pero aún hay más. Antes de partir y abandonar la tribu, Trehero se dirigió a mí diciéndome, vuelve cuando debas dejar de ser Muy-Sola y hayas de convertirte en La-Que-Ama-Mucho-A-Su-Pueblo.

Algún tiempo después de abandonar a los indios, mientras investigaba sobre qué había querido decir el Chamán con sus palabras, y de si me había bautizado con aquel nombre indio por alguna razón más allá de que estaba sola en el mundo, conocí una antigua historia que algunos comanches cuentan en torno a sus hogueras.

En ella se cuenta como en tiempos, El Pueblo se había vuelto egoísta, tomando todo de la tierra sin devolverle nada a cambio, por lo que la lluvia había dejado de caer y la sequía ahuyentó la caza sembrando el hambre.

Muchos murieron, y entre los pocos que quedaron se encontraba una pequeña niña huérfana llamada Muy-Sola, a quien su madre había hecho en tiempos una muñeca a la que quería más que a nada, pues era el único recuerdo que tenía de ellos.

El chamán consultó con los espíritus, y estos le indicaron que cada uno de los miembros de la tribu debía quemar lo más valioso que pudieran ofrecer. Los hombres quemaron sus mejores arcos. Las mujeres las mantas mejor tejidas, pero la sequía no remitió.

La niña supo que los espíritus reclamaban su muñeco. Con gran dolor lo arrojó al fuego y se quedó dormida viéndolo arder. A la mañana siguiente, las cenizas de la hoguera estaban cubiertas de flores azules, y una fina lluvia comenzó a caer.

El resto de miembros de su tribu comprendieron su sacrificio, y desde entonces la llamaron La-Que –Ama-Mucho-A-Su-Pueblo.

Señores, tal vez piensen que sólo son desvaríos de una pobre loca, pero estoy convencida de que el objeto sólo puede ser destruido por un fuego sagrado, y sólo yo puedo hacerlo.

No insistiré más.