Países Bajos

En buena ley, los Países Bajos es la nación que solemos llamar Holanda, y Holanda una provincia (o más bien dos: norte y sur) de dicha nación, pero por comodidad englobaremos bajo este epígrafe también a Bélgica y Luxemburgo. No es una agrupación carente de sentido: durante una parte del siglo XIX, los tres países habían formado el Reino de los Países Bajos y compartían lazos comunes. Aunque la unión comercial del Benelux no existió hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, ya en 1921 Bélgica y Luxemburgo habían firmado el tratado que fijaba el tipo de cambio entre sus monedas y eliminaba los aranceles del comercio mutuo.

Holanda se mantuvo neutral durante la Gran Guerra, aunque movilizó a sus tropas para prevenir una eventual invasión. Se trató de una neutralidad muy favorable a Alemania puesto que, mientras lo permitió el bloqueo marítimo británico, constituyó su principal ruta de abastecimiento, algo esencial para la supervivencia germánica en el conflicto. Acabada la guerra, el káiser Guillermo II se refugió en Holanda hasta su muerte. Los aliados solicitaron reiteradamente su extradición, pero la reina Guillermina se opuso a ello.

Holanda sufrió alrededor de 1921 los efectos de la crisis económica generalizada en toda Europa, pero a partir de entonces vivió una bonanza desconocida en las décadas previas, acompañada de la expansión de multinacionales neerlandesas como Phillips y Royal Dutch (Shell). En el plano político, se adoptó una postura pacifista y de apoyo a las negociaciones para la resolución de los conflictos internacionales. De acuerdo con esta filosofía, se redujo el tamaño del ejército y la aviación militar holandesa quedó limitada a tareas de reconocimiento.

Aunque conocida desde antiguo por su moral relajada, en los años 20 los burdeles y el proxenetismo estaban prohibidos en Holanda (aunque no la prostitución en sí), y existía un importante movimiento abolicionista desde finales del s. XIX.

La ciudad más rica del siglo XVII entró en decadencia tras las guerras contra Inglaterra y Francia, pero la creación tras las guerras napoleónicas del Reino Unido de los Países Bajos, con Ámsterdam como su capital, trajo una segunda época dorada y una expansión urbana que perduraba en los años 20, cuando se logró secar el brazo de mar que llegaba a ella desde el Atlántico y se crearon nuevos barrios a ambos lados del río, según el plan Zuid. El aeropuerto de Schiphol data también de esta época (y KLM hacía vuelos a Londres), y justo en 1920 se completó el ambicioso proyecto de la línea de defensa de Amsterdam, un círculo de presas y fuertes distantes unos 15km de la ciudad que permitía inundar amplias zonas y dificultar así el paso de tropas enemigas.

La ciudad poseía unos 700.000 habitantes en estos años. A pesar de la neutralidad holandesa en la Gran Guerra, los bloqueos habían provocado una grave carestía de alimentos y rebeliones aisladas por la ciudad, pero la recuperación fue rápida y siguió siendo uno de los principales nodos industriales de Europa y un centro mundial del tráfico marítimo. La ciudad albergó los juegos olímpicos de 1928.

Bélgica sólo existía como estado desde 1830, cuando se independizó del Reino de los Países Bajos por motivos tanto políticos como religiosos (siendo Bélgica católica y Holanda protestante). Fue entonces instaurada una nueva casa real por las potencias europeas, con un esquema político y social que beneficiaba a la minoría francoparlante frente a la flamenca.

Esta zona ha sido escenario de cruentas batallas entre las potencias europeas desde el siglo XVI, y la Gran Guerra no fue una excepción. Invadida por Alemania para tratar de llegar rápidamente a París, la fuerte resistencia belga frenó la ofensiva: el frente se estancó en el sur de Bélgica y el norte de Francia durante casi toda la guerra. Bélgica estuvo ocupada hasta el final de la contienda, y además no recibió reparaciones de guerra (lo que lastró su recuperación económica durante la década posterior), aunque sí recuperó las comarcas de Eupen y Malmedy, hasta entonces en manos germanas. Al abandonar la neutralidad y alinearse con Francia, las tropas belgas participan en la ocupación del Ruhr en 1923.

También esta época ve el surgimiento del movimiento flamenco, impulsado en parte por las políticas proflamencas de los alemanes durante la ocupación, pero sobre todo por las asociaciones de ex soldados opuestos a las desigualdades militares (normalmente los soldados flamencos tenían oficiales valones). A lo largo de los años 20 estas corrientes derivaron en movimientos políticos autonomistas y nacionalistas, y a comienzos de los 30 se reconoce la paridad lingüística. En esa misma década aparecen los movimientos fascistas flamencos.

Las líneas aéreas belgas, SABENA, se crearon en 1923 con un vuelo entre Bruselas y Londres, a los que seguirían rutas a Roterdam, Estrasburgo, Basilea y Ámsterdam. Desde 1926 opera también hasta el Congo Belga (por cierto, en 1929 aparecen en un periódico católico belga las primeras aventuras de Tintín, que al poco viaja a la colonia africana).

En 1830, Bruselas lideró la revolución que condujo al nacimiento del estado belga (y a su designación como capital). En las décadas posteriores, la demolición de las viejas murallas permitió un importante crecimiento demográfico. Hacia 1870 se cubrió el contaminado río Senne a su paso por la ciudad, en una obra enorme no exenta de polémica que cambió el aspecto urbano y permitió la creación de amplios bulevares. En 1910 albergó una exposición universal y del 14 al 18 estuvo ocupada por las tropas alemanas.

Bruselas, hotel Metropole.

A lo largo del siglo XIX y comienzos del XX se vivió en Bruselas un progresivo proceso de "afrancesamiento” en lo que era antiguamente una ciudad flamenca (donde se usaba el bravantino, un dialecto del neerlandés), de modo que en los años 10 ya era mayoritariamente francófona. Esto ha causado no pocas fricciones entre ambas comunidades.

Holanda tuvo el primer imperio colonial basado en el comercio y en el capitalismo, en lugar de la pura invasión (de hecho, salvo en Sudáfrica los holandeses no se instalaron permanentemente en las nuevas tierras). Aunque vivía un importante declive desde comienzos del s.XIX y había cedido gran parte de sus colonias a Inglaterra, la corona holandesa aún poseía en los años 20 algunos antiguos territorios de lo que habína sido la Compañía Holandesa de las Indias Orientales y la de las Occidentales, en particular la Guayana Holandesa y las Antillas Holandesas en América y lo que es la actual Malasia en Asia.

Bélgica, por su parte, poseía desde 1884 la enorme colonia del Congo Belga. Por aquel entonces, las zonas más rentables del continente negro ya estaban repartidas entre las potencias europeas, por lo que para obtener beneficios la explotación fue brutal. El escándalo por los abusos, asesinatos y mutilaciones obligó al rey Leopoldo II, único propietario del territorio, a cederlo en 1908 al estado belga, tras lo cual mejoraron relativamente las condiciones. La colonia se amplió en la Gran Guerra con el territorio previamente alemán de Ruanda-Urundi (actuales Ruanda y Burundi), entregados de forma oficial a Bélgica por la Sociedad de Naciones en 1922. Además, Bélgica poseía un pequeño enclave comercial en Tianjin, China.

El Gran Ducado de Luxemburgo formó, tras el Congreso de Viena en 1815, una unión personal con la corona de los Países Bajos (aunque una parte de su territorio pasó a Alemania). En 1839 Bélgica se independizó del reino (y de nuevo una parte de Luxemburgo, el oeste francófono, pasó a ese país), y finalmente en 1890 las diferencias en las leyes sucesorias de Holanda y el Gran Ducado (las luxemburguesas sólo admitían varones) conllevaron la independencia de lo que quedaba del pequeño estado.

Durante la Gran Guerra, Alemania invadió Luxemburgo pero sólo como parte de su avance hacia París, por lo que el gobierno luxemburgués pudo mantener oficialmente una extraña neutralidad. Los aliados se tomaron a mal esta política y, tras la guerra, Bélgica (y algunas facciones luxemburguesas) exigieron la incorporación del ducado a su territorio. Finalmente sólo se forzó un cambio de dignatario (el trono pasó de la gran duquesa María Adelaida a su hermana Carlota).

El ducado tenía unos 300.000 habitantes en los años 20, y el conflicto bélico impulsó importantes reformas sociales en un país hasta entonces adormecido, como la creación de sindicatos, el sufragio universal y la participación activa en las organizaciones internacionales. Luxemburgo se industrializó hasta cierto punto, pero fue sobre todo el sector servicios el que marcó la mejoría económica, guiada a lo largo de la década por el partico conservador (apoyado a su vez por la influyente Iglesia Católica).