Parecía ondular, variando a cada segundo, alzándose gelatinosamente hasta una altura de casi 3 metros y entonces reduciéndose, hinchándose y esparciendo tentáculos legamosos hacia adelante. Toda la gomosa superficie exterior estaba impregnada de un asqueroso icor, una pegajosidad alquitranada que parecía segregada a partir de monstruosos poros que parecín de cuero. Creo que era este légamo azulado el que emitía el olor rancio que se hací más irresistible a cada momento y con cada pocos centímetros que avanzaba arrastrándose... En el centro aproximado de esta masa pútrida de color negro azulada, un agujero crudo y tembloroso, que aprecía una boca rudimentaria, aspiraba y espiraba con un ritmo obsceno. Era desde esta abertura en la piel reptiliana y reticular de la que emanaba el cántico, empalagoso y ahogado por las mucosidades, de Yoth-Kala. En realidad no tenía rostro, sino que, casi 30 centímetros por encima de la boca en forma de herida, había un solo tentáculo serpentiforme que se agitaba de un lado a otro, sintiendo más que viendo, y parecido a algún tipo de periscopio hecho de carne y procedente del Infierno.
— C. Hall Thompson, Spawn of the Green Abyss (1946)