Originalmente escribí este artículo como apéndice histórico de Literatura Inmortal, otro módulo para La Llamada de Cthulhu que aún no hemos subido a Leyenda.net
Las bibliotecas eran originalmente privadas, y normalmente sólo el dueño o los invitados podían acceder a ellas. Los clubes y ateneos proporcionaron en el siglo XIX un acceso relativamente sencillo a los libros, siempre que el miembro pagase la cuota establecida, que solía incluir otros servicios como conferencias, salas de reuniones, etc. A comienzos del siglo XX se produjo el boom de las bibliotecas públicas, unido al crecimiento de la clase media y una cultura popular en aumento. Estas bibliotecas públicas pronto relegaron las privadas a un papel minoritario, especialmente cuando proliferaron por todos los Estados Unidos y otros países occidentales gracias a las donaciones privadas. Las fundaciones, con el dinero de millonarios filántropos, financiaban normalmente la adquisición de los libros y una parte del coste del edifico, si era necesario, de modo que el ayuntamiento o la universidad había de colaborar con el resto y con el presupuesto anual para reparaciones y nuevas adquisiciones. El más destacado de estos filántropos fue Andrew Carnegie, que en las dos primeras décadas del siglo financió cerca de 3000 bibliotecas públicas en los Estados Unidos, gastando en ellas unos 60 millones de dólares.
Existía mucha variedad en estas bibliotecas públicas. Las que provenían de colecciones privadas o casi privadas, solían conservar sus antiguas instalaciones, viejas pero elegantes, situadas en edificios históricos y con fondos que podrían resultar más interesantes para un investigador de misteriosos sucesos del pasado. Por el contrario las nuevas, especialmente en las ciudades pequeñas, eran anodinas y servían más para el estudio básico que para la investigación.
Por su parte, las universidades solían tener una biblioteca por cada facultad, pero solía ocurrir que las sociedades privadas dentro de ellas (las hermandades estudiantiles, a menudo con nombre de letras griegas) poseían fondos mucho más extensos de acceso exclusivo a sus miembros, y esta era una razón más de que fuera tan útil pertenecer a una de estas sociedades (aún más para un joven investigador de La Llamada, que podría encontrar en ellas libros prohibidos o expurgados en las colecciones oficiales). A partir de los '20 y '30 todas las bibliotecas de facultades y sociedades fueron unificándose en una única biblioteca central de cada campus.
Las bibliotecas modernas estaban, al menos en teoría, a disposición de todos los ciudadanos (o estudiantes o investigadores, según el caso), para que los que quisieran esforzarse tuvieran la oportunidad de aprender, en la forma más positiva del American dream. Sin embargo, como ya hemos mencionado había libros, incluso novelas muy populares, que podían estar censurados o vetados en ciertos estados o en todo el país, o la Oficina Postal podía impedir su distribución. Libros tan tradicionales como las Mil y una Noches o los Cuentos de Canterbury estuvieron prohibidos o censurados durante años, además de otros de carácter supuesta o realmente pornográfico o antirreligioso. Si un libro de los Mitos se colaba en una universidad pública, era más bien porque nadie se molestaba en leerlo. Por otro lado, el presupuesto para contratar bibliotecarios y comprar nuevos libros no era demasiado elevado (para una biblioteca de tamaño medio, podía ser de unos 3000$ anuales), y muchas veces se volvían a solicitar fondos de una fundación pasados unos años para ampliarla.
Pese a ello, las bibliotecas crecieron en los años 20 de modo exponencial, gracias a lo populares que eran y a que se consideraban un símbolo de la democracia. Muchos edificios se quedaron pequeños a finales de la década; algunas bibliotecas lograron construir nuevas alas o anexos antes de la Depresión, pero otras no pudieron, y en los '30 miles de libros se apiñaban en sus estanterías, sin sitio ni comodidad para la lectura. Por otro lado, el tremendo descenso de los presupuestos para nuevos libros hizo que, al menos, no se llenaran más.
En este final de década, el usual en la Llamada de Cthulhu, las bibliotecas ya seguían una clasificación por fichas y tenían las secciones que uno esperaría encontrar, como ciencias (en las universidades se diversificaban en física, química, botánica…), literatura antigua, artes, etcétera, incluso algunas bibliotecas públicas comenzaban a tener secciones infantiles. El funcionamiento en las más importantes era el tradicional: se consultaban las fichas, se solicitaba el libro a un bibliotecario, y él se lo entregaba al solicitante en la sala de lectura (es decir, los lectores no vagaban por entre las estanterías). La sala central de lectura podía ser enorme, sobre todo en los edificios monumentales, aunque en otras bibliotecas existían salas de lectura más pequeñas repartidas cerca de cada sección importante (ciencias, historia…).
Algunas de las bibliotecas más modernas incorporaban adelantos tecnológicos que aún hoy día resultan sorprendentes. Por ejemplo, la Free Library of Philadelphia, construida en 1927, contaba con un sistema de teletipos y cintas transportadoras para entregar el libro a la persona que lo había solicitado en menos de cuatro minutos (de un fondo de más de un millón de volúmenes), y disponía de un servicio de tubos neumáticos para la comunicación entre el personal. Algunas incluso contaban a finales de la década con una sección de microfilms. Aunque la tecnología necesaria para la microfilmación existía desde mediados del siglo XIX, fue precisamente en los años 20 cuando fueron comercialmente viables, gracias a las máquinas de Kodak. Principalmente se usaron en las hemerotecas (de las que hablaremos a continuación), por la rápida degradación del papel de diario y el volumen que ocupaban los fondos.
Durante el siglo XIX aparecieron las primeras hemerotecas, situadas en algún sótano del propio periódico cuyos fondos almacenaban (la primera hemeroteca organizada como tal se creó en Boston en 1831), y esta siguió siendo la práctica habitual en las sedes de diarios y revistas.
Por su parte, las bibliotecas públicas dedicaban una sección más a los fondos de publicaciones periódicas que recibían. Sin embargo, en las bibliotecas de las grandes ciudades (en especial las que eran depósitos legales, como las bibliotecas nacionales) esto empezó a resultar impracticable a comienzos del siglo XX, sencillamente por el gran espacio que ocupaban estos fondos, y se planteó la necesidad de crear edificios especialmente destinados a ello (lo que llegarían a ser las hemerotecas publicas). En un principio se trataron de meros almacenes; por ejemplo, para consultar un periódico de la hemeroteca de la Biblioteca Británica había que solicitarlo en la Reading Room y esperar a que la camioneta (carro hasta 1913) que iba al almacén de Colindale semanalmente trajera el volumen. Otras, como la de Madrid (1918), nacieron ya como hemerotecas independientes destinadas funtamdentalmente a las consultas de otros periodistas, y fue durante los años 30 y 40 cuando se generalizó la creación de las hemerotecas tal como las conocemos en la actualidad en las principales ciudades del mundo.
Evidentemente, los pueblos pequeños no podían permitirse una biblioteca, y los fondos escolares para la educación de los niños eran muy escasos, y a menudo fuertemente censurados en lo que a literatura y ciencia modernas se refería. Las bibliotecas móviles fueron un modo barato y sencillo de paliar el problema. Este sistema de bibliotecas data de antes de finales de siglo, y en los años 20 ya se había motorizado, aunque todavía eran muy raros los "autobuses de lectura", y lo más habitual era usar una camioneta (que podía cargar unos 500 tomos) y repartirlos a los niños y jóvenes que formaban cola tras él. Evidentemente, uno de estos vehículos no podía desperdiciar su escaso espacio en libros que no fueran de interés general, por lo que no resultaría probable que un investigador encontrase nada terrible en ellos.
Mención aparte merecen las bibliotecas nacionales europeas y la biblioteca del congreso en los Estados Unidos, enormes no sólo gracias a las donaciones, sino a que normalmente era obligatorio enviar a ellas un ejemplar de cada libro publicado en el país. Con la Ilustración se hicieron más o menos públicas, y aunque el acceso a sus fondos reservados no solía ser libre, se podía conseguir un permiso de investigación con las credenciales adecuadas, y resultan sin duda una fuente de información inapreciable para los que busquen ediciones minoritarias o publicaciones oficiales. Las bibliotecas nacionales de Europa podían provenir de colecciones reales o eclesiásticas, de modo que sus fondos históricos eran impresionantes.
Las bibliotecas, que antaño no tenían apenas mantenimiento ni un horario prefijado, pasaron con el nuevo siglo a constituir un servicio público más. El trabajo de bibliotecario, por tanto, dejó de ser una afición o un empleo a tiempo parcial, dando lugar a la contratación de bibliotecarios profesionales, con los ayudantes que fueran necesarios teniendo en cuenta el tamaño de los fondos y el presupuesto disponible. Esto quiere decir que los sueldos eran bajos, y así se constituyeron asociaciones como la ALA (American Library Association) para aunar esfuerzos y concienciar a las instituciones de la importancia de su profesión.
La necesidad de disponer de bibliotecarios que hubieran recibido una enseñanza superior, y los bajos salarios, abrieron la profesión a una nueva generación de mujeres de clase media o media-alta, primeras estudiantes de biblioteconomía (cuya enseñanza comenzó en los últimos años del S. XIX). En 1920 ya el 88% de los bibliotecarios (unos 15.000) eran mujeres. No obstante (o quizás precisamente por ello) los sueldos no mejoraron apenas, y en 1925 una bibliotecaria ganaba menos que una obrera cualificada en una fábrica, y poco más que una secretaria. Esto hacía que no fuera un trabajo para toda la vida, y la rotación era muy alta, por lo que pocos bibliotecarios conocían bien a fondo su biblioteca.
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Gracias, la verdad es que este artículo es de los que más éxito han tenido, me lo han pedido de varias webs... a pesar de que no le dediqué demasiado tiempo. Curioso.
Saludos,
Entro
Este articulo junto con el de Ocultismo deberian estar en una "segunda" edicion del Libro del investigador, sin dudas. Muy utiles, gracias.
¿Que has añadido? ¿Y el módulo Literatura Inmortal que aún no has subido, subirá en breve o está en reserva?
Ostras, gran trabajo!
¿Que has añadido?
Lo pone a la derecha, en "Historial" (otra faceta oculta de leyenda.net): "15-04-2010: Artículo ampliado con hemerotecas y microfilms (gracias a Berger y Neddam)."
¿Y el módulo Literatura Inmortal que aún no has subido, subirá en breve o está en reserva?
Buff, aquellos módulos... No sé, ojalá algún día pueda ponerme a repasarlos, buscar ilustraciones y demás. Lo mismo se aplica al que preguntas del artículo de ocultismo .
Ostras, gran trabajo!
¿En serio no lo habías visto nunca? A ver si Neddam va a tener razón... La mera posibilidad me aterra .
Saludos,
Entro
Lo pone a la derecha, en "Historial" (otra faceta oculta de leyenda.net): "15-04-2010: Artículo ampliado con hemerotecas y microfilms (gracias a Berger y Neddam)."
¡Ue! ¡Hemos servido para algo!
Buff, aquellos módulos... No sé, ojalá algún día pueda ponerme a repasarlos, buscar ilustraciones y demás. Lo mismo se aplica al que preguntas del artículo de ocultismo .
¿Y delegar parte del trabajo? creo que ya te lo he dicho alguna vez, pero aquí tienes a gente muy buena que te podría echar una mano... sabes que todos nos morimos de ganas de leer tus módulos.
¿En serio no lo habías visto nunca? A ver si Neddam va a tener razón... La mera posibilidad me aterra .
A mi también me preocuparía que yo pueda tener razón, mira que a estos artículos en teoría se llega fácil, pero ya ves... ¿y poner en algún sitio de la web (bien visible) un "Titular al azar"? redirigiendo a los diferentes artículos, módulos y secciones de la web, así de manera cíclica la gente iría descubriendo los tesoros que hay escondidos por aquí...
Claro, si en vez de estar todo el día liándola con los offtopics estuvierais navegando por la página, no os pasarían estas cosas.
¿Y delegar parte del trabajo? creo que ya te lo he dicho alguna vez, pero aquí tienes a gente muy buena que te podría echar una mano... sabes que todos nos morimos de ganas de leer tus módulos.
Ya, pero delegar no es tan fácil como suena. Podría consultaros qué os parecen, qué problemas dan al jugarlas y tal, pero al final el que tiene que dar el visto bueno a cada palabra y cada imagen soy yo, y si hay que cambiarlo todo treinta veces pues lo hago, o lo hace Misne que ya está resignada a aguantarme, pero no voy a daros la lata hasta tal punto .
¿y poner en algún sitio de la web (bien visible) un "Titular al azar"? redirigiendo a los diferentes artículos, módulos y secciones de la web, así de manera cíclica la gente iría descubriendo los tesoros que hay escondidos por aquí...
Esa es una buena idea. El problema es dónde, no nos sobra espacio en pantalla. Pero lo estudiaremos.
Saludos,
Entro
Ya, pero delegar no es tan fácil como suena. Podría consultaros qué os parecen, qué problemas dan al jugarlas y tal, pero al final el que tiene que dar el visto bueno a cada palabra y cada imagen soy yo, y si hay que cambiarlo todo treinta veces pues lo hago, o lo hace Misne que ya está resignada a aguantarme, pero no voy a daros la lata hasta tal punto .
Hombre, entiendo tu recelo pero sinceramente no creo que fuera para tanto, pero bueno creo que ya hemos discutido este tema en alguna otra ocasión y obviamente el material es tuyo, esperaremos pacientemente.
Esa es una buena idea. El problema es dónde, no nos sobra espacio en pantalla. Pero lo estudiaremos.
Si, yo pensé lo mismo, ¿donde añadir mas información? lo ideal es la barra de la derecha pero está sobresaturada.
Tal y como lo planteas, el problema, por ejemplo al buscar un libro sería realmente a acertar en qué titulo está la información que tu buscas... el detalle o no en la confeccion de esas fichas de libros se convierte en CRUCIAL para encontrar un detalle... mmm. Ahora deberemos decir al jugador: "Por desgracia la ficha del libro decía que hablaba sobre cultos innombrables, pero el libro es sólo una critica a determinados pedantes que no quiere nombrar. ..
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