Allí se congregaban multitud de individuos siniestros, aunque siempre hablaban con sigilo en una lengua extranjera (...) se extendió el rumor de que en aquellas casas se ocultaban los líderes de una extensa banda de terroristas, quienes, en un determinado día, iban a desatar una orgía de sangre para exterminar América y todas las antiguas y nobles tradiciones que la Calle había amado. Los panfletos y periódicos revoloteaban entre alcantarillas inmundas, panfletos y periódicos impresos en multitud de lenguas y signos escritos, aunque todos por igual traían mensajes que alentaban el crimen y la rebelión. En esos escritos se instaba al populacho a derribar las leyes y virtudes que nuestros padres habían exaltado, con el propósito de aplastar el alma de la vieja América, el alma que nos legaron tras mil quinientos años de libertad, justicia y moderación anglosajona.